En 1918 Sigmund Freud, el padre del Psicoanálisis, publica un libro titulado: Historia de una neurosis infantil (Caso del Hombre de los lobos).
El que este caso sea conocido como “El hombre de los lobos” se debe a que el paciente contó a Freud en una de sus sesiones de psicoanálisis un sueño que había tenido poco antes de cumplir los cuatro años. El enfermo cuenta lo siguiente:
“Soñé que era de noche y estaba acostado (mi cama tenían los pies hacia la ventana, a través de la cual se veía una hilera de viejos nogales. Sé que cuando tuve este sueño era una noche de invierno.) De pronto, se abre sola la ventana, y veo, con gran sobresalto, que en las ramas del grueso nogal que se alza ante la ventana hay encaramados unos cuantos lobos blancos. Eran seis o siete, completamente blancos, más bien parecían zorros o perros de ganado, pues tenían grandes colas como los zorros y enderezaban las orejas como los perros cuando huelen algo. Presa de horrible miedo, sin duda de ser devorado por estos lobos, empecé a gritar… y desperté. Mi niñera vino a ver que pasaba. Demoré largo rato en convencerme que éste había sido un sueño. El hecho de haber visto abrirse la ventana y los lobos encima del árbol me hizo creer que había presenciado una escena de la vida real. Después me calmé, sintiéndome como salvado de algún peligro y volví a quedarme dormido. El único movimiento del sueño fue el de abrirse la ventana, pues los lobos permanecieron estáticos en las ramas del árbol, a derecha e izquierda del tronco, y mirándome, fijamente. Daba la impresión que sólo me miraban a mí. Creo que fue éste mi primer sueño de angustia. Tendría por entonces tres o cuatro años, cinco a lo más. Desde aquella noche hasta mis once o doce años tuve siempre miedo de ver algo terrible en sueños”.
Siguiendo la técnica psicoanalítica de Interpretación de los sueños, Sigmund Freud le pide que vaya asociando todo lo que aparece en el sueño:
Escribe Freud en su libro: “El sujeto relacionó este sueño con su recuerdo de que en aquellos años de su infancia le inspiraba intenso miedo una estampa de un libro de cuentos en la que se veía un lobo, andando en dos pies, con las garras extendidas hacia delante y enderezadas las orejas. Cree recordar que correspondía al cuento de Caperucita Roja.”
Al preguntarle Freud ¿por qué eran blancos los lobos? El paciente lo asoció con los grandes rebaños de ovejas que pastaban en los prados cercanos a la finca, los cuales visitaba en ocasiones en compañía de